La muerte de Andres Landero

(Hipótesis: la relevancia de la corta estadía del ser humano en la tierra se puede medir en función de la ausencia provocada por su muerte)

Escuche muchas veces un casette (si, un casette), donde Atahualpa Yupanqui decía antes arrancar con unas coplitas, creo que citando a Machado, lo siguiente:

“Hasta que el pueblo las canta,
las coplas, coplas no son,
y cuando las canta el pueblo,
ya nadie sabe el autor.”

Hay artistas que logran incorporarse al quehacer de su pueblo. Como si dejaran de ser un otro externo y pasan a formar parte de la misma naturaleza que nos rodea. Como el canto de los pajaros en un amanecer de verano, como una brisa fresca en primavera, como la hoja de otoño columpiando en el aire… natural y propio.

Se pierde esa divisoria de aguas, esa frontera que separa la vida personal del artista con su entorno, transformándose este último en una mera expresión del sentir popular, de sus vivencias, sus recuerdos, anhelos, etc.

El cantor ya no canta, canta el pueblo. El artista ya no sufre, sufre el pueblo.

Y cuando el artista muere, con su música se van recuerdos colectivos, heridas que dejan surcos que solo se llenan con su música. Lo dijo el gran poeta Cesar Vallejo

“Hay golpes en la vida, tan fuertes ... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé!”

Son pocos; pero son... Abren zanjas obscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán talvez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.”

La muerte de Landero dice mucho sobre su vida.