Mucho
se habla de su majestad La Cumbia últimamente…
Y
debemos ser sinceros con nosotros, y con usted, y admitir lo siguiente: tenemos
una gran facilidad para verter nuestras impunes opiniones a troche y moche, de
manera arrebatada e irresponsable, sin importar si existía en ella una razón de
ser.
Y
que acto seguido, nos parapetamos ante el improperio lanzado desde una posición
contemplatoria y dubitativa. Porqué dijimos lo que dijimos? Paraqué lo dijimos?.
Acaso nos encontramos ante un claro ejemplo de mandafrutismo?.
Seguro
que usted, estimado lector… hoy poco indulgente con nuestras falencias, nos remarcará
con indeleble resaltador que nos hallamos ante una clara demostración de inseguridad
personal.
Sin
embargo, a nuestro humilde y condescendiente entender, no sería este más que uno
de los tantos casos de eyaculación verbal precoz.
Y
seguramente, en caso de que alguien convoque a un alma ecuánime con virtud para
juzgar nuestra alevosía, sabremos descargar culpa en el vino tinto… razón último
de nuestras alegrías y pesares (quien sino?).
Estimado
lector: usted conoce nuestro estilo. Tenemos una gran capacidad para andar y
desandar caminos, propio de una actitud versátil e inquieta como la de nuestro
maestro y conductor, el ubicuo Delio Valdez.
Y
qué hicimos, acaso, cuando nos dimos cuenta que estábamos opinando con inaudita
impunidad, exudando opiniones cuan cola de ciclista en Tour de France?.
-
- “Que
hicieron”????, se preguntará a esta altura el estimado lector, poniéndose raudamente
de pié y levantando el dedo índice hacia el cielo, con justificada muestra de autoridad
ante tamaña y manifiesta inmadurez de nuestra parte.
Pues
nos ocupamos, y lo seguimos haciendo (a nuestro propio ritmo... que para
apurarse hay tiempo), a indagar acerca de la historia y proliferación del
estilo que nos convoca en el país. Y si nos nos cree, pues lea esto
-
“Acaso
están admitiendo, con curiosa y evidente impunidad, que hablaron sin
fundamento, dispararon sin causa, cual gatillofacilismo policial?”, seguramente nos espetaría
aquel lector que, leyendo estas líneas, se considere capas de juzgar al prójimo
por el solo hecho de que el otro es el otro y no él mismo….
Amigo:
hubiese sido acaso más sincero indagar antes de opinar?. De ninguna manera,
estimado lector. Pues estaría confundiendo prudencia con sinceridad!.
No
somos letrados en el tema ni nos hemos recibidos de doctores en opinología
cumbiambera, pero aunque tarde nos hemos ocupado de fundar nuestra opinión en
las indagaciones… y en última instancia debemos admitir que nos divierte la diatriba. Es eso acaso
juzgable?.
-
“Desde
luego que sí”, nos respondería aquél impoluto e imaginario interlocutor con el
que nos dedicamos a intercambiar palabras en esta nota, faltos de una verdadera
y constructiva polémica.
Pues
entonces culpables somos… la cumbia nos absolverá!.
Y
así como nosotros opinamos con total libertad, lo hacen otros también, y el mar
de tinta corre a raudales por debajo de un firme puente que la mira discurrir desinteresada
e incólumemente.
Ese
puente, señores, es la majestuosa Cumbia. Que se hace oír, sin hablar. Que avanza,
sin preguntar. Que se reproduce, sin avisar.
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