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lunes, 19 de diciembre de 2011

El Origen de la Cumbia. Vol VIII. Cumbia y pueblo

La última edición de "El Origen de la Cumbia" nos dejó parapetados en un momento crucial en el derrotero de la cumbia. El ritmo comenzaba a popularizarse en la Argentina de la mano de los Wawanco, y la movida tropical comienza a expandirse a lo largo del territorio nacional, compartiendo espacios que antes pertenecían exclusivamente a los ritmos populares locales.
Para entonces el desafío de la Cumbia era múltiple.
En primer lugar, debía abrirse paso entre el repertorio festivo local, donde predominaban los ritmos populares de nuestro folclor, como ser el tango, cuarteto, folklore (en sus diferentes acepciones: chacarera, zambas, cueca, chamamé, etc.), entre otros.
En segundo lugar porque, para que un ritmo no nativo pueda producirse localmente, una gran banda como los Wawanco es condición necesaria… pero no suficiente: debe existir una producción masiva del estilo, para lo cual la cumbia necesitaba calar en lo más profundo de las emociones, introducirse por las venas, hacerse carne, perforar huesos y cartílagos, hasta apoderarse del corazón del pueblo Argentino.
Y repetimos incansablemente, casi como un perro que voltea sobre su eje en busca de un rabo que aparece como una quimera inalcanzable: la historia de cómo el pueblo argentino se apropia de este ritmo colombiano es precisamente… la historia de la cumbia Argentina.
Seguramente un musicoterapeuta puntilloso, o un antropólogo dedicado a los ritmos musicales nos señalará, con vehemencia y obstinación, un hecho esencial que debería de considerarse necesariamente, si es que se quiere hacer de esto que estamos haciendo impunemente una cosa seria: analizar el contexto socioeconómico y/o sociodemográfico de la Argentina de mediados del siglo pasado. Nos referimos precisamente a la irrupción/aparición/visibilización de las grandes masas populares en la escena política y cultural nacional.
Estimado lector: no vamos a decir mas sobre este fenómeno sociodemográfico, porque claramente amerita el ojo sagaz de aquellos que se han dedicado a la materia. Pero si ud. se detiene impertérrito ante la reflexión, a divagar contemplativamente sobre aquella Argentina, seguramente llegará a la misma romántica conclusión a la que hemos arribado nosotros en este preciso instante: la cumbia colombiana en la Argentina fue recibida y alojada en el lugar y momento adecuado por este hermoso pueblo, como sucede con los amantes que a la distancia se ignoran y que al encontrarse por fuerza del destino entienden  que su vacío existencial no es mas ni menos que la ausencia del otro, para el cual han nacido y con el cual morirán.
Estimado lector. No nos gustan las aseveraciones terminantes, y reconocemos que el único contrapeso a nuestra ignoranacia en la materia que aquí ventilamos es, ni mas ni menos, que una mirada curiosa, inquieta e intuitiva sobre el tema. Sin embargo nos atrevemos a esbozar, abiertos a todo tipo de contrargumentación apropiada y conducente, que este amor entre la cumbia y las masas populares argentinas que estamos narrando, es una de las claves para entender origen y actualidad de la Cumbia Argentina.

El trabajo que realizaron los Wawanco, el  Roberto Galar de la Cumbia, tuvo compañeros de lujo sobre los que hoy queremos hacer una especial mención. Quizá el destino, o los poderes supraterrenales de San Landero, enviaron desde la mismísima Colombia al Cuarteto Imperial, banda que se estableció temporalmente en la Argentina en 1964 y contribuyó a fuerza de grandes éxitos a ubicar en el podio de los ritmos populares locales al ritmo que nos convoca.
Así fue que la década del 50, y principalmente en los sesenta y parte de la que le siguió, la cumbia estuvo representada por el estilo de estas bandas, las cuales tenían un vinculo directo con la república madre de Colombia. Los temas escogidos, las composiciones propias,  la forma de interpretar, los instrumentos utilizados… todo remitía a lo que estaba sucediendo en Colombia (incluso con sus variantes).
La semilla que plantaron las mejores orquestas de Colombia habían germinado bajo el influjo de estabas bandas que sacudían la escena local. Dijimos ya que el campo estaba fértil para la proliferación masiva de este estilo. Era eminente el gran salto adelante, tomar el corazón por asalto y dar por consumado el feliz matrimonio entre la Cumbia y el pueblo Argentino (salud).
Lamentablemente, estimado lector, la historia se vuelve sinuosa y escurridiza. La coronación debió esperar, ya que la segunda mitad de la década del 70 no fueron buenos momentos para las expresiones populares… y suponemos que para la cumbia tampoco.
Desensillar hasta que aclare? Capear el temporal? Pasar el invierno?...
La cumbia perduró, se alojó en la noche, se pertrecho como un vietnamita en los socavones de la tierra, se hizo barro, buscó otros rumbos, escucho las palabras de los grandes maestros locales que le decían:

“Yo soy de los del montón,
no soy flor de invernadero.
Soy como el trébol pampero,
crezco sin hacer barullo.
Me apreto contra los yuyos
y así lo aguanto al pampero.”
(Atahualpa Yupanqui, El Payador Perseguido)

Estimado lector, llegamos hoy al final de la nota, envueltos en un manto de tristeza, por los momentos que nos toca narrar. Sin embargo, sepa usted, no hay amores fáciles, y que a veces la noche mas cerrada sirve de guarida para recobrar las fuerzas y aguardar el momento preciso para el retoño final.

                                                 

1 comentario:

Unknown dijo...

ORGULLO DE COLOMBIA PARA EL MUNDO,GOSENLO