A partir de la digitalización de
los contenidos musicales, la posibilidad de transportarlos a través de redes
(internet) y descargar contenidos desde los confines más remotos del mundo
(siempre cuando se disponga de los medios necesarios, desde ya); la industria
de la música enfrenta importantes desafíos que obligan a reconsiderar su
estructura de funcionamiento.
La reacción primera de los dueños
de la música (que por lo general, attenti pebete, no son los músicos) fue perseguir
a quienes cargan y/o descargan contenidos musicales por Internet.
Cualquier ser humano con la mente
no tan estrecha sabe, percibe o intuye que prohibir la carga/descaraga de
contenidos por la web es inútil, difícil y costoso. La humanidad avanza a paso
firme, como un gigante mamífero que no ve ni escucha, pero sabe dónde va… serán
los arqueólogos de la historia quienes encuentren bajo sus huellas los restos
de aquellos ludistas de la música que osen en parapetarse ante el inexorable devenir.
Para desentrañar el fenómeno que
nos convoca, cabe realizarse unas primeras preguntas: quienes integran la
industria de la música?. Quienes perciben ingresos por la venta de música no en
vivo?
En primer lugar, y no ubicados
allí por su participación en los ingresos, quienes la hacen… los músicos. Estos
aportan sus talentos creativos para producir el contenido musical.
En segundo lugar, quienes
producen dicho contenido, que nos es otra cosa que los que aportan el cash y
que finalmente termina siendo el dueño del producto.
En tercer lugar quienes
distribuyen ese contenido.
Y no seguimos detallando personajes del medio para
que el estimado lector siga prestando atención a lo que queremos narrar; pero
sepa que este resumen didáctico simplifica en gran medida las situaciones
observadas en la vida cotidiana. Incluso muchas veces los roles enumerados (músico,
productor, distribuidor) se entremezclan entre si, se confunden y/o se interponen
nuevos jugadores.
Cuando el consumidor
compra esa música no en vivo, en cualquiera de sus formatos (CD, descarga, casette,
vinilo, etc.), el precio de venta de distribuye entre las partes que participaron
en la producción del mismo.
No vamos a discutir aquí sobre cómo
se distribuyen el resultado de los ingresos, es decir, cómo se retribuye el aporte realizado por cada
parte. Tampoco cuál es la modalidad conveniente para la producción y
distribución de contenidos musicales (sellos independientes, autogestión,
industrias discográficas, etc).
Muchas veces cuando se refiere a cómo
afecta la irrupción de Internet y la descarga on line a la industria de la
música se simplifica el análisis diciendo: “el
músico tiene que cobrar por lo que hace!” (y un imaginario músico, nacido
en el país de España, seguramente espetará un bufido de difícil entendimiento
para quien puedo oirle: “enhorabuena… ahora
que te quedáis sin $$$$ te acordáis de nosotros?”).
Estimados lectores, no sabemos
que depara el destino con respecto a la denominada “Industria de la Música” y
no queremos arriesgarnos en un terreno que desconocemos.
Sabemos que aquellos que viven de
la música (sea el mismo músico, el productor o el distribuidor) enfrentan
grandes desafíos.
Solo haremos una confesión sobre
nuestros pensamientos y una promesa a futuro.
La promesa: indagaremos sobre
este tema, para verter futuras apreciaciones con un poco más de conocimiento sobre el
tema que aquí ventilamos y sobre el cual opinamos por el mero conocimiento de parte.
Y la confesión: sospechamos que son
las nuevas generaciones de músicos
quienes estarán mejor preparados para enfrentar el nuevo contexto y hallar las
soluciones, puesto que son ellos quienes,
en las condiciones que sean, nunca dejarán de expresar sus sentimientos a
través de la música.
La Orquesta Delio Valdez, consciente o no de ello, es parte de esa nueva ola... no queda otra que surfiarla y en eso estamos!.
2 comentarios:
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Soy de escuchar musica variada y por eso me gusta tener la posibilidad de conocer distintos estilos. Incluso cuando estoy en casa tirado en mi sillón también disfruto con mi televisión de led de canales de musica
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