SE VIENE EL NUEVO DISCO!... #2014
gadgets para blogger

viernes, 10 de agosto de 2012

Los Viajes del Acordeon.

Este humilde Blog tiene el agrado de presentar esta interesante nota escrita por una pluma que, sin lugar a dudas, va a dar que hablar. "Los Viajes del Acordeon" se intitula esta investigación de Cecilia Maas y refiere, como su nombre lo indica, a los avatares de este notable instrumento Cumbiero. Dejamos al lector y a la obra para que se conozcan mutuamente, no sin antes agradecer a Cecilia por permitir la difusión de su trabajo a través de este medio.



“Mi historia empieza con un naufragio”, dice la voz de Francisco “Pacho” Rada al comienzo del documental El Acordeón del Diablo (2000). El músico, creador del son colombiano, uno de los aires del vallenato, nos cuenta con emoción el relato de la llegada a las costas de Colombia del instrumento que cambiaría su vida: hace más de 150 años, un barco alemán que se dirigía a la Argentina se desvía y llega a las playas del Caribe con su cargamento de acordeones. “Aquí no había nadie que nos enseñara a tocarlo, asique inventamos nuestro propio estilo”. Así surgió la música de acordeón en Colombia. Este instrumento proveniente de Europa se encontró con los sonidos de las flautas de los indios y los tambores de los esclavos traídos de África. Es que la música latinoamericana es el resultado no de uno sino de varios naufragios.

Los antecedentes del acordeón se remontan a la China antigua, donde se inventó el primer instrumento que se basaba en la vibración de una lengüeta. Fue modificado numerosas veces hasta alcanzar sus varias formas actuales, destacándose las que introdujeron el italiano Paolo Soprani y el relojero alemán Matthias Hohner en el siglo XIX. Lo cierto es que el sonido vibrante del acordeón viajó desde Asia hacia Europa, donde se incorporó a las músicas populares de todos lados. Quizás por ser portátil, o por su sonido alegre y nostálgico a la vez, fue parte del escaso equipaje que trajeron consigo los inmigrantes que llegaron a la Argentina a fines del siglo XIX y principios del XX.  
            Mucho tiempo antes, durante la colonia, las misiones jesuíticas en el litoral argentino usaban en sus actos religiosos un órgano que funcionaba con fuelle y que tenía un sonido similar al del acordeón. Quizás sea por eso que, al llegar los inmigrantes con sus instrumentos, el sonido ya era parte de la cultura de los pueblos de la zona, de los guaraníes que habían aprendido a tocar los órganos de los jesuitas. El acordeón tuvo un arraigo muy rápido y muy fuerte en la zona, y de este encuentro de las músicas guaraníes con los instrumentos europeos nació el chamamé.
            Así fue como el acordeón viajó por Argentina. Las ciudades se llenaron de las polcas y los valses polacos y las canzonettas italianas. La “verdulera” se tocaba en las quintas y los puestos de verdura después de un día de trabajo.  Llegaron de Europa también los primeros luthiers, como Giovanni Anconetani, quien fuera el creador de la primera y única fábrica artesanal de acordeones en el país. Giovanni, originario de una ciudad con tradición de fabricantes de acordeones y amigo de Paolo Soprani, abrió su propia fábrica en Buenos Aires. La instaló en lo que hoy es el límite entre Chacarita y Palermo, pero en 1918 era zona de quintas y puestos de verduras y se escuchaba por las tardes el sonido del acordeón. Otro barco estuvo involucrado en esta historia, aquél que un día de 1939 no pudo llegar con los insumos provenientes de Europa para la fábrica de Anconetani: la Segunda Guerra Mundial había empezado. La familia entera se puso a trabajar para producir todas las partes que ahora no llegaban. Giovanni rechazó la oferta de Hohner de fabricar en la Argentina un modelo de la firma alemana, y así nació definitivamente el acordeón argentino, de culto hasta el día de hoy para clientes célebres como el Chango Spasiuk y Antonio Tarragó Ros.
            Así es que no es difícil creer que llegara a Colombia ese barco con un cargamento de Hohner para la Argentina, o bien que el primer acordeón llegara en manos de un marino italiano o francés al puerto de Riohacha allá por el siglo XIX. De cualquier manera, llegó para cambiar la música y la historia colombiana. Se sumó y transformó el cumbé y el vallenato. En las sociedades del valle estas músicas fueron desde un principio desdeñadas por las clases altas, al punto de incluir en los estatutos de sus clubes como la que reza: “Queda terminantemente prohibido llevar a los salones del club música de acordeón, guitarras o parrandas parecidas”.
            Estos géneros son el entramado de cientos de historias de hombres que un día pusieron un acordeón sobre su pecho y de él surgió una canción. Como la leyenda de Francisco el Hombre, atribuida en verdad a dos hombres, Francisco “Pacho” Rada y Francisco Moscote, que cuenta que el diablo celoso de las aptitudes musicales de estos humanos, los reta a un duelo en el que es derrotado. O como la historia de un campesino de San Jacinto llamado Andrés Landero, que conoció la música por su familia de gaiteros y tamboreros y los sonidos de la naturaleza, y que alrededor de 400 canciones después sería consagrado Rey vitalicio del Festival de la Leyenda Vallenata. Durante años la música de acordeón se transmitió de padres a hijos y se mantuvo vivo en las parrandas, hasta que apareció la industria discográfica. El tres veces Rey del Vallenato Alfredo Gutiérrez, quizás por ser de la generación siguiente (nació en 1940), tuvo una trayectoria vinculada desde temprano a la producción de discos, y llevó sus canciones por el continente y fuera de él.
            Los exponentes de la música con acordeón son tantos que sería imposible mencionarlos a todos acá. No solo en Colombia y Argentina sino en casi todos los países de Latinoamérica el acordeón forma parte de la instrumentación de la música popular. La polka paraguaya, la cueca chilena, el forró en Brasil, por nombrar algunos. Y este viaje no se hizo solo por barco. Gracias a la radio, los discos, las giras y las migraciones, la música de acordeón se sigue mezclando y desdibuja las fronteras.

Cecilia Maas






Notas:
Concertina: Antecedente del acordeón. La concertina fue inventada por Weasthon en Londres en 1829. El mismo año, Cyril Demian inventó y patentó en Viena el organetto
Tarragó Ros (padre). 1923-1978. 
El Festival de la Leyenda Vallenata: Festival realizado todos los años desde 1968 en Valledupar. 


No hay comentarios: