Sin embargo los acontecimientos
convocan a que nuestras palabras discurran nuevamente, para poner a disposición
de aquellos lectores que quieran leerlas, nuestra humilde opinión sobre un tema
del cual ya hemos versado: el tratamiento que realizan los medios gráficos sobre
la Cumbia en general y la proliferación de ese hermoso ritmo en Capital… en particular.
En una reciente nota periodística
intitulada “Cuando muera quiero que me toquen cumbia”, intitulada como el escasamente conocido libro, columnistas del magazine
porteño Página 12 vuelven a
manifestar una impresión, acerca del auge que atraviesa la Cumbia dentro del
circuito nocturno porteño.
La nota arremete con munición gruesa ni bien empieza…: “Hace unos años hubiera
sido impensado sentirse orgulloso de bailar o escuchar cumbia en Buenos Aires.
Los discos estaban guardados en los cajones si había visitas y siempre había
que poner cara de ‘qué es eso’ cuando sonaba una canción desde algún auto que
pasaba con el estéreo a todo volumen. Eso sí, a la hora de bolichear, nada era
ajeno. Pero en casa nada. Ocultar y hasta denigrar esos ‘ritmos malditos’ de
letras abominables, que hablaban primero de amores en forma cursi y con ritmos
tropicales, y de villas y chorros después”.
Podría pensar uno, ajeno al
entorno en el que creció el periodista, que la educación hogareña y/o el
contexto social en el que le toco habitar han resultado una pesada experiencia
para él mismo, al punto tal de tener que ocultar las músicas que, más allá de
los tiempos que nos tocan vivir, le han entusiasmado espiritualmente.
Posteriormente el periodista se
refiere a la Orkesta Popular San Bomba, que junto con CHEL son parte de los
entrevistados (y a las cuáles aprovechamos por esta medio para mandarles un
fraternal saludo cumbiero), en los siguientes términos: “Aunque se definen como ‘22 porteños que tocan cumbia’, y reconocen que
muchos no escuchaban cumbia siquiera, pero perciben que la clase media es la
que toma la punta de lanza y escucha cumbia ahora –la baila, a decir verdad– y
la hacen”

Y finalmente, si se considera que al inicio de la nota se afirma sin estertores: “LA CLASE
MEDIA ARMA SU BAILANTA”, el astuto lector seguramente comenzará a reflexionar acerca de si el
interés de la nota es describir el retrato de un fenómeno social (como lo es el desarrollo de la Cumbia en el barrio capitalino)... o su historia personal.
A que se refiere el autor
cuando afirma “una recuperación del
espacio festivo en Buenos Aires a partir de proyectos corales y orquestales”?...
De donde fue recuperada la cumbia?

A nuestro humilde entender, el
estimado columnista vuelve a cometer el mismo yerro que en su momento cometiera la anterior nota de Página12 y que fuera sujeto de análisis por este Blog en esa ocasión. Dicha equivocación, a nuestro entender, se basa en
confundir la masividad actual del genero (“la moda de la cumbia”) con la
sorpresa que al periodista de turno le provoca los sujetos y/o lugares en los
que se ejecuta la cumbia (o será que descubrió recientemente que son escasos
los placeres terrenales comparables a tomarse un birra en casa, mirando el atardecer
y escuchando una colombianita?).
Este blog, como lo ha manifestado insistentemente con anterioridad, considera que la presencia de la cumbia en la
música popular argentina de manera masiva data de no menos de cuarenta (40)
años.
Incluso una mirada crítica de la
masividad de los boliches dedicados a la cumbia en Capital Federal evidencia una
franca merma con respecto al… “hace unos
años”: de no menos de 10 bailantas que existían hace 10 años, ahora quedan
unas pocas. En efecto, si uno cuenta los boliches de Capital dedicados al
género, la movida cumbiera no se amplió… declinó considerablemente.
De allí que resulta lógico
considerar que no es la masividad del
fenómeno lo que se ha modificado sino los lugares y el contexto donde ésta
música es ejecutada. No será que la novedad es que la Cumbia se baile en el
Konex, estimado Brian Majlin?.
Nos despedimos, no sin antes saludar a nuestros queridos lectores quienes seguramente estarán contentos con el retorno de la polémica a estas livianas columnas, con una reflexión
proveniente de una entrevista realizada al autor de un libro que, reconocemos, no hemos leído.
Empero, se observa desde el inicio de la entrevista y de parte de ambos sujetos
involucrados en la misma (entrevistador y entrevistado), un punto de partida
esencialmente distinto. La nota completa la encontrara uds. Haciendo click aca.
P12: Hace más de cuarenta años
que la cumbia es un género musical socialmente masivo. ¿Por qué se tardó tanto
en abordarla desde lo académico como usted y Pablo Vila lo hicieron en el libro
Cumbia. Nación, etnia y género en Latinoamérica?.
Pablo Seman: –En un principio,
creo que existe una cuestión de prejuicio con la cumbia. El prestigio que
adquieren los objetos sociales tiene que ver con los lugares por los cuales
circulan. Muchas veces, los sociólogos y antropólogos que se dedican a estudiar
fenómenos que poseen una baja valoración cultural hacen lo más fácil:
convertirse en denunciadores de un acabose; profetas del apocalipsis. Si se
analiza un hecho considerado de baja jerarquía, lo mejor es refugiarse en la
descalificación. Pero para abordar la cumbia es necesario dejar esa lógica
atrás. Se debe comprender que no se trata de un objeto menor, sino de un
producto cultural que nos dice mucho con respecto a la realidad social
argentina. La sociología de la música no puede limitarse a estudiar a un
compositor de música clásica como es Alberto Ginastera. Para conocer la forma
en la que se educa sentimentalmente una buena parte de la población del país,
debemos conocer la cumbia.