Desde la distancia, física y temporal, ya residiendo la Delio Valdez en Buenos Aires, aquella expedición a la montaña que narramos en la edición anterior es un imagen vívida que reaparece constantemente, como aquellas hazañas desprovistas de sentido alguno mas que el obedecer al instinto animal que llevamos dentro.
Lo cierto es que La Orquesta regresó un día de la montaña, con las secuelas propias del fuerte desgaste físico correspondiente a los dos días de caminata. Sin embargo, el semblante de sus integrantes evidenciaba una madurez y confianza renovada.
Las jornadas siguientes continuaron de manera similar a las anteriores: por la tarde Plaza Pagano y por la noche los boliches de la zona. Sin embargo, la montaña había marcado un punto de inflexión en la Gira … de ahí en adelante solo quedaba una lenta e inevitable despedida. La Orquesta se entrego de cuerpo y alma a vivir a pleno el final de aquella historia, como dos amantes de verano que sabiendo la imposibilidad de detener el tiempo, angustiados ante su devenir inexorable, se dedican a vivir las horas, los minutos y los segundos con intensidad plena, entregados de lleno al placer.
No queremos aburrir al lector, con una crónica diaria de los días subsiguientes, porque le traeríamos detalles y anécdotas que sólo tiene valor para sus protagonistas. Hemos
cosechado amig@s a montones, de distintos confines de esta inmensa patria, y solo el destino dirá si habrá oportunidad para el reencuentro.
Sin embargo, envueltos en la melancolía que nos produce narrar el final de esta zaga, queremos entregarle a los lectores una breve reseña del recital de despedida de la Orquesta .
Aquella noche la Orquesta sonó a pleno, entregando un recital a puro corazón, en medio de una lluvia torrencial que convertía el paisaje de montaña en un entorno apocalíptico. A cambio, fuimos generosamente convidados con calurosos aplausos y reconfortantes mangares locales que deleitaron los estómagos valdeces.
El adiós, estimado lector, no fue sencillo para nadie. El Bolsón derramo su llanto durante dos días consecutivos, bajo la forma de una intensa lluvia que hizo saber a los peregrinos Valdeces que su estadía en la comarca, su paso por las montañas y su cumbia, habían dejado su huella.
Y para La Orquesta , para cada uno de sus integrantes, la despedida fue como un desgarro del alma. Habían pasado al menos de veinte días y en sus rostros se dibujaba otro semblante. Aquellos que hacía algunos años habían decidido tocar la cumbia, bucear en la tradición para expresar con ella sus sentimientos mas genuinos, que hacía tiempo compartían noches y escenarios, habían desarrollado en la gira la sensación de pertenencia hasta su máxima exponencia.
Antes de subir al micro la lluvia se detuvo repentinamente. El cielo se abrió y el sol regó con su luz el Piltriquitrón. Los miembros de la Orquesta observaron por ultima vez sus contornos. Sus picos, por primera vez, se mostraban nevados.
No corrieron lágrimas por los rostros valdeces, aunque se observaban gestos austeros que reflejaban el sentido adiós y el agradecimiento por todo lo vivido.
Antes de subir al micro la orquesta ofreció, por medio del niño rocola, su ultimo adiós y su hasta siempre al ocasional público presetne. La Delio Valdez llego al Bolsón para tocar cumbia. Y así como llegó se fué, llevando su musica a otra parte... dejando un poco de su corazón en el Sur y con la promesa del eterno regreso.
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